La naturaleza confusa

Sonaba King Of The World de First Aid Kit. Sonido country mientras me enfundé los desgastados vaqueros de pitillo, la camisa roja de cuadros sin planchar y las botas de mil leguas negras casi grises. Víctor organizaba una fiesta en su casa por su cumpleaños y despedida de piso. Se marcha a vivir con la mujer de su vida. Esta en la cuarta vez que lo hace. Mientras me despeiné a propósito y atusé la ligera barba que ya no irrita, pensé si lo dirá una quinta vez. Sinceramente, he de reconocer que Laura es una rubia con la que me iría a vivir todas las veces que hicieran falta. También pensé en ti y en la última vez que abandonaste esta casa para no volver. Me pasa cada vez que agarro el pomo de la puerta principal antes de salir a la calle. Diría que ese pomo es lo único que nos une actualmente.

La casa de Víctor estaba hasta los topes. Los chicos en cónclave, liando cigarros y arrugando las latas vacías de cerveza. Las chicas habían tomado asiento, como hacías tú para no cansarte de estar subida en aquellos tacones rojos. Cerveza, humo celestial, cortezas aplastadas en el suelo y diversas conversaciones a la vez. Me acerqué a la cocina y allí estabán Victor y Laura cortando limas para los mojitos. Me abrazaron y me dan las gracias por haber venido. Lo cierto es que hoy es la primera vez que salgo de mi letargo post-ruptura. Han sido unas cuatro semanas intensas de series de televisión, unos seis cartones de tabaco, cincuenta latas de Skol, libros que me regalaste y no leí hasta que me dejaste y una media de dos pajas por día, aunque hubo semanas de una o ninguna. La fiesta de Víctor me ayudaría a volver a la vida real.

Allí estaban todos, como si en tres meses no hubiera pasado nada más importante en el mundo que lo nuestro. Ángel contaba sus chistes malos mil veces repetidos, Ana ya estaba súper pasada e iba de charla en charla a ver quién se ofrecía esta noche a ser devorado en su cama. Eructos. Irrupciones de las mejores canciones para anularlas con tonterías de Youtube de gente cayéndose. El mundo sigue como siempre, salvo yo. Sólo tenía ganas de huir de la escena. Me dirigí a la habitación de los invitados, donde se encontraban los abrigos y chaquetas. Quise agarrar mi chaqueta e irme por donde vine. Allí estaba Victor, en la oscuridad de la habitación. Su camiseta de Miami Vice amarilla relucía con la luz del pasillo. De rodillas, frente a la polla de Roberto, entrando y saliendo de su boca. "¡Cierra la puerta, tío!" dijo uno de ellos. Sólo atiné a coger mi chaqueta torpemente y a cerrar aquella puerta de golpe. Laura me interceptó por el pasillo y me pidió que no me marchase ya pero le respondí que sí, imagino que con cara pálida y tragando saliva. Le abracé y corrí escaleras abajo, persiguiendo el aire helado que me esperaba al salir del portal.

Yendo a casa comprendí que habría una quinta Laura en la vida de Víctor y que esta noche no serían tú ni tu ausencia quienes me quitarían el sueño. Joder.

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