Archive for agosto 2009

The clock is set for nine but you know you're gonna make it eight

Estoy en un cibercafé de Kampala. Hace un calor de mil demonios, cada página tarda diez minutos en cargarse y me desespero. No sé si estas palabras llegarán a tiempo. Ayer visité el norte del país y nos encontramos con dos cadáveres envueltos en hojas de papaya. Soy el único europeo en el local, aporreo el teclado como un batería enfurecido. Estoy muy lejos de casa y echo de menos la vida en el mundo desarrollado. Ya sabes a lo que me refiero. Ir con mi mujer al cine, ver una comedia romántica de Ben Stiller y compañía. El olor a Ariel Frescor de los Alpes en mi ropa. Internet me mantiene en contacto con el exterior. Nunca me había dado cuenta de la importancia que tiene, es el mejor invento desde la bombilla. Por lo menos pasan los días y me siento mejor sobre mi labor aquí. He hecho un buen trabajo. Tengo la cara embadurnada de repelente porque hasta en el hotel tengo a tres mosquitos rodeándome. Aquí los mosquitos son como aviones comerciales, puedes verlos a metros de distancia. En el norte del país hice cientos de fotos a vacas y cabras por caminos sin asfaltar, a niños desnudos corriendo y a mujeres llevando toneladas de agua sobre sus cabezas. En Kitgum la tierra es de un rojo que parece mentira, como pintada. He fotografiado los mejores atardeceres de mi vida. Ahora tengo que irme al hotel, volveré a escribir mañana.

Deja un Comentario

Disipando amenazas

Nuria entra en la cocina y enciende el pequeño televisor en blanco y negro. El fregadero está lleno de platos y vasos sucios. Suspira hondo, coge los guantes de goma que compró en los chinos. Juan hace la digestión en el sofá y finge dormir. Las cosas han cambiado últimamente. Cuando los diazepanistas tomaron las riendas del gobierno, dijeron que se acabarían los problemas del mundo. Y por el momento sólo se han dedicado a instalar máquinas expendedoras de sedantes en los baños públicos. Nuria toma tres al día, antes de las comidas. Se ha prometido dejarlo cuando tenga fuerzas. Mientras tanto, los platos continúan sumergidos en el fregadero como barcos naufragados. Juan no ha dicho una palabra en la mesa y Nuria ya no se pregunta qué le pasa. En el televisor entrevistan a un asesor financiero. Luce peinado de triunfador y mira a la cámara sin pestañear. Aconseja invertir en naranjas. En unas semanas empezará la temporada de resfriados y todos necesitaremos vitamina C recién exprimida. Además, este año la gente está histérica con la nueva gripe. Es un negocio redondo. Entre los platos, Nuria descubre una cucaracha muerta flotando y reflexiona en voz alta. "Hay que comprar acciones de naranjas, Juanito". Él no responde, se lo ha tragado la tierra.

Deja un Comentario

Putas ganas de seguir el show

Está demostrado empíricamente: hay gente que siempre vuelve cuando ya no la quieres en tu vida. Regeneración espontánea. Son como duendes malvados e invisibles que esperan su momento, movidos por el afán de tocar las narices al personal. Esta mañana ha sido Julia en el supermercado, sección de los congelados. Me sonrió con su cara de Joker. Julia fue un error pasajero. Y ella lo sabía, por eso estaba allí. La gente que reaparece adora hacer daño cuando más duele. Se quitó las gafas de sol y me estudió de arriba abajo. En mi cesta sólo había un cartón de cigarrillos, una botella de licor y otra de salfumán. Debía de tener un aspecto lamentable: llevaba el pelo revuelto, las marcas de la almohada dibujadas en la cara y la camiseta de publicidad del Bar Ramón. Me ha dado dos besos y me ha preguntado qué tal estaba, como si no lo supiese. He intentado ser simpático y creo que lo he conseguido. Quise que no se notase que estaba incómodo y que quería derribarla como a un jugador de rugby para huir lo más rápido de allí. Señorita Gladys, limpie los vómitos del pasillo de los congelados. Por favor. Lo malo de la gente que reaparece es que sólo ellos deciden cuándo vuelven a irse. Me acompañó a la caja y pensé en sexo al admirar su nuca descubierta. Seguía usando ese perfume barato que me ponía enfermo cuando estuvimos juntos. Hay días que me gustaría ser viejo y no pensar cada tres segundos en follar. Gasto demasiadas fuerzas físicas y mentales en lo mismo. Así que allí estaba, hablando con Julia como dos personas civilizadas y valorando si la invitaba a subir al apartamento. Por aquello de los viejos tiempos, evidentemente. Al final volví solo a casa cargando la bolsa de la compra. El espectáculo me estaba dando arcadas. Encendí un cigarrillo y pensé en las mujeres de mi vida, que son menos que pasillos tiene el supermercado. Me jode que vuelva la gente que ya no quieres. Sal fina en la herida. Pero ya lo he dicho, siempre están ahí. Una tras otra. No es tan fácil como borrar su número de la agenda de tu móvil, cambiar de grupo de amigos o de ciudad. Julia y su entrepierna de atracción masiva. Estuve enamorado de su cama, me costó olvidarla. A Julia no.

Deja un Comentario

Just like yesterday / I told you I would stay

No hay nada que fotografiar en esta ciudad de mierda. Llama a los cachorros de Reuters, de Associated Press, y diles que no pierdan el tiempo. Habrá que ir más al oeste, supongo. Mientras tanto, tengo tres carretes que gastar en estos suburbios reconstruidos, que ya no interesan a los pocos corresponsales de guerra que aún seguimos aquí. Cada día es más difícil encontrar niños desmembrados y edificios agujereados como un queso gruyer. La rutina de los últimos meses. Ayer tomé unas cervezas con un compañero recién llegado, de esos dispuestos a grabar también en vídeo y sonido. Cada vez los mandan más jóvenes. Estábamos en la piscina del hotel que hizo de hospital durante la guerra y le di el discurso de qué fotografiar y dónde parar. Parecía encantado de estar aquí y pensé que estaba más loco que yo. Hablo demasiado cuando bebo, que suele ser a menudo. En la piscina buceaba una joven de hombros huesudos y cara chupada. Llevaba un bikini de flores naranjas y rojas. Tenía la piel de pollo. Le hice una foto saliendo del agua, un encuadre arriesgado. Parecía lo único bonito que se podría inmortalizar en esta ciudad de mierda. Al buscar otro objetivo en la bolsa, descubrí que mi compañero llevaba un brazalete con una luz roja intermitente que indicaba su posición vía satélite. Como los delincuentes que están en libertad provisional. Le pregunté entre risas si le hacían un seguimiento como a las orcas en peligro de extinción. No obtuve respuesta. Terminamos las cervezas entre silencios incómodos. Hoy me he levantado tarde, con una resaca de caballo y he arrastrado mi cámara por los peores barrios que Dios creó. Sigo buscando sin fortuna una foto de premio. Cuando gaste los carretes, me largo al oeste con el resto de las agencias. Lo prometo.

Deja un Comentario

Prácticas en arqueología

Las montañas eran elevadas y tenían laderas escarpadas y pedregosas. En sus cumbres, la nieve comenzaba a derretirse ante la llegada del mes veraniego. Un viento venido del este soplaba con furia, y parecía dispuesto a llevarse los nubarrones hacia occidente. El sendero borroso que seguía iba rodeando la primera estribación de la cordillera, y me conducía por la ladera hasta perderse entre los tocones y la hierba de los caminos. En las faldas de la montaña pude observar las granjas y sus campos frutales, que era lo único que rompía la monotonía del paisaje.
Entre las rocas erosionadas, la tierra oscura poblada de hierbajos y arbustos, troncos derribados por la furia de los vientos, y pequeños charcos de juncos verdes, se alejaba mi sombra, que se fue fundiendo en aquel gigantesco túnel entre montañas nevadas. El viento del atardecer rasgó las cumbres más altas, en medio de un revoltijo confuso de nubes arremolinadas en torno a sí. Hacía tiempo que un sol débil y semioculto había desaparecido tras los picos, sumiendo la vereda a la vista de un brumoso cielo, triste y apagado. La luna brotó, deslumbrante, con un chorro de luz argéntea que surgió entre las sombras de las últimas nubes. Fue entonces cuando aparecieron uno a uno los huesos brillantes de los niños muertos.

Deja un Comentario

El color de los pezones

Nunca me he follado a una negra. He probado todo tipo de europeas, latinas, chinas e incluso una tibetana que juraba ser la trigésima reencarnación del Dalai Lama. Pero negras no. Tampoco tengo mucho tiempo para explicarlo. En sitios así, cambian los estándares de estar alerta. Pero a mí lo que más me preocupa es ser un peligro para mí mismo. Ayer, sin ir más lejos, fui a dar una de mis vueltas de reconocimiento. Las noches que no tengo nada mejor que hacer conduzco hasta el Barrio Viejo. Estuve pensando en la pérdida de profesionalidad, en esas putas que llenaron mis años de juventud. En los pies de Lupita. Durante el paseo me dedico a pasar lista como si fuese el patrón de las fulanas de la ciudad. Las dos chicas del Este que ocupan la esquina de la antigua fábrica de tabaco, la vieja culona de la rotonda, las mulatas semidesnudas que hablan chillando. Todas están en sus puestos de trabajo. Muchas fuman, algunas son hombres y ninguna regatea un euro. La última con la que he estado es con una morena albanesa, nueva en la ciudad y muy agradecida. Escribiría el nombre si lo recordase. Olía a panceta usada. Es mejor ir en coche, así no tengo que acelerar el paso cuando me cruzo con alguna lanzando piropos y recitando sus tarifas del menú. Odio cuando te persiguen unos metros, el sonido de los tacones en la acera detrás de ti. Me pone enfermo. Desde el Barrio Viejo se divisan los rascacielos y el lujo con olor a nuevo. Aquí sólo hay suciedad, casas y putas abandonadas que amenazan con caerse. Me detuve frente a la gasolinera y llamé a una liberiana de grandes labios y minifalda blanca. Se llamaba Sandra. Ya he pagado por ella en otras ocasiones. Sus ojos eran grandes, de pantera. Llevaba un sujetador blanco que contrastaba con su oscura piel. Le ofrecí veinte euros por enseñarme las tetas. Sólo eso. Se trata de mi fetiche particular. Ella obedeció sin mucha pasión y se quitó el sujetador cerrando los ojos. Me derretí como los nazis que abrieron el Arca de la Alianza en la película de Indiana Jones. Ella se tapó sus tetas de café solo, me repuse y volví a casa con la radio encendida a todo volumen. Nunca me follaría a una negra, pero soy adicto al color de sus pezones.

2 Comentarios

All plans are golden in your hand

Esta tarde volamos a Gracia. Verdi vuelve a ser un año más la calle mejor engalanada de las Fiestas, esta vez ambientada en un medievo de cartón piedra. En medio de la calle, un grupo de jóvenes devora la oferta de shawarma y lata de cerveza a 5 euros. El calor de agosto hace de las suyas y los curiosos se arremolinan frente al Cine Verdi y su potente aire acondicionado. Más arriba, en la Plaza del Nord, los vecinos bailan sin mucha gracia a ritmo de cumbia y mojito. Un venezolano sin camiseta se hace el dueño de la improvisada pista de baile y deja patente sus raíces. Las papeleras están llenas de vasos de plástico y en la Plaza del Sol no cabe un alfiler. Allí está toda Barcelona, desde punkis sentados en el suelo hasta padres de familia que empujan con cara de fastidio el carrito del bebé. En cada calle suenan tambores de guerra y algunos vecinos miran encantados desde sus ventanas. Gafas de sol y cámara de fotos al cuello. Las turistas llevan aún menos ropa de la acostumbrada y los pisotones están al orden del día. Otros aprovechan las Fiestas para reivindicar banderas estrelladas, tierras libres y luchas a muerte contra enemigos invisibles. El barrio pierde su aire bohemio por unos días, ya volverán los escritores a los cafés con las primeras lluvias. Por el momento, se respira ambiente festivo en cada esquina. Una pareja está sentada en un banco de la Plaza del Sol. Él tiene rodajas de plátano en vez de ojos y ella es la viva imagen de una juvenil Carol Dunlop. Él está obsesionado con la Patafísica en cuanto a ciencia de las soluciones imaginarias y de las excepciones como reglas. Ella bebe una Super Bock fría. Están en silencio, rodeados de un océano de estruendo. Él piensa en todas las veces que planeó futuros perfectos, en los “te quiero” malgastados en chicas inadecuadas. El ligero peso del pasado. Patafísica aplicada a las relaciones sentimentales. Mira a su pareja y la descubre sonriéndole. Siguen callados unos segundos, lo que dura el tránsito de la metáfora a la patáfora.

2 Comentarios

Con una sonrisa (y alas de plata)

Lucía es vulnerable, pero si ríe con fuerza hace que tiemble la tierra desde aquí hasta el centro de Alaska. Ondas sísmicas de 7.9 grados en la Escala de Richter. Afortunadamente, pocas veces ríe de verdad. Es ahí cuando resulta peligrosa. Esta noche lleva un maquillaje suave y aterciopelado, una sombra de ojos atrevida y cara de no haber roto un plato. Sin embargo, no tiene intención de salir a la discoteca con las demás chicas con botas. Está viendo una película de miedo junto a su hermana Maite, ambas hundidas en el sofá de la sala. Las luces están apagadas. De vez en cuando, giran la cabeza hacia atrás por si hay alguien. Ven La matanza de Texas. Maite se tapa los ojos con las manos, no quiere mirar. Charcutería de matadero. Su hermana susurra que un hombre que no han invitado está a punto de llamar al timbre de la casa. Maite grita y le responde con una patada, escenificando una pantomima de combate. Lucía se divierte y está cerca de reír de verdad. Las paredes no resistirían tal movimiento una vez más. Al otro lado del tabique vive Ernesto. Su salita se compone de un mueble de televisión con vitrina de cristal, sofá cama y mesa abatible. Ernesto se pasa las noches en vela pensando en la risa de Lucía, en la destrucción del mundo. El sonido de la televisión está quitado y escucha con atención la alegre pelea entre las hermanas. Está embutido en un pijama con cremallera en la espalda y en las piernas. Es de algodón 100%. Lavado a máquina a 60 grados. Se las imagina como si fuesen actrices de una performance experimental, caracterizada por acciones particularmente violentas. Sobre la mesa abatible, hay un informe médico de alta hospitalaria firmado por el doctor Arroyo. El resto del mundo nada sabe. Maite se rinde, Lucía alza los brazos y dice con voz aguardentosa: "Lo nuestro no tiene nombre".

Deja un Comentario
Todos los derechos reservados. Con la tecnología de Blogger.

Search