Archive for febrero 2015

Immortels

Hoy no salimos de casa. La cama está deshecha y la lavadora centrifuga nuestros uniformes. Al otro lado de la ventana, la calle vacía de un domingo gris. Estoy en el sofá del salón, haciendo un crucigrama imposible de resolver. Levanto la mirada y allí están tus ojos, mirándome como llevas haciendo todo este tiempo. Pienso en cómo llegaste a mi vida, o cómo llegué yo a la tuya y me parece fantasía de la que se improvisa en un cuentacuentos. Y también me parece increíble lo fuertes que somos, junto a ti mis miedos son más pequeños y menos feos. Quisiera creer que estábamos destinados a encontrarnos en este mundo, a pasar los días así, el uno frente al otro, pero mi naturaleza científica atribuye todo esto a la arbitraria casualidad. No digo nada, claro. Sencillamente me quedo en silencio admirando tus ojos vivaces, y me preguntas divertida que qué me pasa. Tengo deseo de besarte. La radio está encendida y nuestro equipo vuelve a perder el campeonato. A tu lado, tiemblan los domingos.

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Vapour trail

Tres huevos medianos. Vuelve a ser domingo y tras amanecer a las ocho me he quedado en la cama hasta las once, buscando el lado más frío de la cama a veces, y otras, el más caliente. Un yogur de limón. Luego la ducha escuchando la radio, esas canciones que solía bailar cuando salía hasta las cuatro, cuando gustaba a desconocidos y me invitaban a otras camas. 180 mililitros de aceite de oliva suave. El café recién hecho me termina de despertar y pierdo la mirada en el estúpido mensaje de amor de la taza. Lo mejor está por llegar, claro. Doy tantas vueltas a la cuchara que se me enfría el café. 150 gramos de azúcar. Si tuviera hijos no disfrutaría de estos "pequeños placeres" en domingo. O sí, pero tendría que levantarme a las 7 de la mañana por lo menos. Me viene a la cabeza un artículo que leí en una revista cuando era una niña y que me impactó mucho. 250 gramos de harina. Según recuerdo, trataba sobre una artista del cine danés que se quedó viuda muy joven. No quiso ni pudo enamorarse de nuevo y en su soledad y desesperación entre colecciones de arte y una mansión vacía de risas y calor, decidió ser madre. Adoptó a diez niños. Rubios, morenos, niños y niñas, de dos a nueve años. Volvió a una vida plena y feliz. Un sobre de levadura. A mis tiernos diez años me encantó la historia y decidí entonces que cuando fuera mayor adoptaría niños, que había muchos sin padres y merecían tener una familia.Ralladura de la cáscara de un limón. Esta artista se arruinó a medida que fue adoptando niños pero no podía parar. Vendió los cuadros, las esculturas, los libros prohibidos de su inmensa biblioteca, parte del paisaje verde que rodeaba su mansión, las joyas. No quiso volver a estar sola nunca más. Era inmensamente feliz. Una pizca de sal. Ilusa de mí. No soy famosa, ni tengo una fortuna. Trabajo mecánicamente en una fábrica de muebles de lunes a sábado. Podría decirse que soy soltera de corazón y aunque sé que no será posible, me encantaría tener hijos algún día. Horno a 180 grados durante 30 minutos. Al menos me queda el café, las horas muertas en la cama los domingos, bailar en la ducha, pintar mandalas, ir a cumpleaños de los hijos de mis amigos y hacer bizcocho de limón.

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