Ahora sabes

Pasó agosto como mera espectadora de la supuesta boda del año, tediosos cumpleaños de algunos y vacaciones en la Gran Manzana de los otros. Un verano más sin estrenar bikini. Se olvidó del tacto de su pareja, su saliva en la boca, la tristeza de su barba despoblada, su voz áspera sin mucho cuento. Se le olvidó por completo que la protagonista podría ser ella, quizás por unas horas, quizás en otras fechas más vacías de eventos. De la despreocupación su cuerpo tampoco quiso jugar a ser mujer ese ciclo. Otro mes para olvidar, otro mes sin recuerdo. Llegó septiembre, el ruido, la rutina, las tasas de desempleo, los nuevos propósitos postvacacionales, el amante volvió a la ciudad y todas esas cosas que suelen pasar en septiembre. Todo ello menos la mensualidad divina. "¿Hace cuánto que no follas?", preguntó el amante apurando una cerveza en el Otto. Le provocó risa sus dudas. Quizás la pregunta "¿hace cuánto que no follamos?" hubiera sido más acertada. Aún así, se dirigió a una farmacia y pidió el primer test de embarazo de su vida, aquel que si salen dos rayas rojas tienes premio, si sólo una hay premio de consolación. Ya en casa preparó el ritual, sin prisas, y tras tres minutos de espera sentada en el retrete, con su novio mirándola a la derecha, el amante a la izquierda, el resto del mundo agitando las manos en el aire, por fin se dio cuenta de que el espíritu santo, el único que podría tomar cartas en el asunto, no quiso esta vez hacerla madre ni protagonista.

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