Hoy he tenido reunión con un cliente al mediodía, y he asentido a lo que me explicaba del funcionamiento de su empresa de energía renovable como si supiese de lo que estaba hablando. A veces pienso que los abogados seríamos capaces de vender vasos de agua al lado de un río. A pesar de ser viernes, he salido tardísimo del despacho y he vuelto a casa derrotado. Las horas que se pasan en el despacho son muchas. Siempre. Quizás el mayor problema (entre otros muchos) de ser un “junior” es que no eres dueño de tu tiempo. Y si hay que bucear en jurisprudencia a las nueve de la noche, se busca como si fuesen las minas californianas del oro.
Una de las cosas que uno aprende cuando estudia el sistema jurídico es que cualquier palabra puede ser utilizada en tu contra, que digas lo que digas no se va a interpretar como tú deseas, sino como los demás quieran y eso al final termina por convertirse en un código cifrado del cual sólo tú conoces su significado. Y uno descubre que en un Juzgado, o en una conversación en un bar con una chica con ganas de drama, hay veces que es mejor estar callado y asentir. Luchar será peor.
Afortunadamente, no he llegado a estos extremos todavía con Ella. Supongo que estamos conociéndonos y que las discusiones vendrán luego. Por el momento disfruto de una ilusión que creí perdida, de volver a sentirme el centro de atención de alguien. Aire fresco. Qué lejos queda la anterior, que se creía todo y no era nada. Ella arrasa en cualquier comparación, y por fin puedo ser yo sin miedos. Su sonrisa vale más que mil palabras. Y lo mejor de todo es que está tan loca como yo.
No me concentro últimamente en la oficina. No hago sino pensar en lo mismo. El mundo real es demasiado amplio para ser visto desde un solo objetivo, para que nos quedemos estancados en esta piedra y no ver más allá de este campo nevado.
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