3ª Transfiguración / Te espiaré todas las noches

Lo primero que hago al llegar al piso es abrir la llave de paso del agua, dejar las maletas sobre el parqué y mover la cama de sitio. Ahora duermo bajo la ventana, si hay un incendio puedo escaparme con un movimiento evasivo en busca de las cajas de cartón que se amontonan en el patio interior, cuatro plantas más abajo. Son las tantas de la madrugada y sigo despierto, nada extraño. En el edificio de enfrente hay varias luces encendidas, los pisos de otros insomnes profesionales. Cuando no puedes dormir entras en una pequeña sociedad, salir a pasear a estas horas significa encontrarte con otro sujeto en la misma situación que tú y se produce una mirada de complicidad. Otros aprovechan la madrugada para cualquier tarea. María, por ejemplo, tiende la ropa en el tendedero exterior de su salita, del que cuelgan discos compactos para cegar a las palomas. Esta es su octava colada del día. Inés, dos pisos más arriba, es una anciana que ve la televisión mientras plancha junto a la ventana. Alisa la ropa de manera compulsiva entre comentarios hacia lo que ve, y su rostro se ilumina dependiendo del cambio de escena en la pantalla. Y pienso que María e Inés son dos venerables ancianas dedicadas a la limpieza y planchado de la ropa de los pisos de estudiantes del barrio. Esta es otra de mis manías: siempre creo que está todo relacionado y que el universo tiene sentido. En cambio, la del séptimo tiene la luz apagada. Se trata de la mayor insomne del universo, una china que vive sola y acostumbra a pasearse desnuda por la casa. La tengo grabada a fuego en mi mente y en mi cámara digital. De pronto, se quiebra el silencio. Un estallido de vidrio roto va seguido de los ladridos de los perros que dormían en sus balcones. Recuerdo las bolsas de basura que dejé en la entrada y me pongo unas zapatillas para bajarlas. Ya en la acera me cruzo con la chica oriental que marcha llorosa hacia su portal. Le sigo con las bolsas todavía en la mano, ella entra y sólo puedo mirar su nombre en el portero automático. Wang. Al mismo tiempo, el camión de la limpieza de las calles va tragando las hojas caídas hacia su estómago y despide un chorro de agua fría sobre la acera que me alcanza los pies. Regreso a la Edad de Hielo.

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