20 times I wish you’d understand

En la fiesta de anoche, me estuve divirtiendo como nunca. Y no tenía motivos para sentirme así, no era el cumpleaños de ninguno, ni una fiesta de Erasmus de esas en las que ocurre cualquier cosa. Estábamos todos, eso sí. Que ya es rara la vez que coincidamos una noche. Di tantos apretones de mano y tantos besos en las mejillas que creí que no había absolutamente nadie en ese apartamento que no conociese. Había buena música y las botellas de alcohol estaban dispuestas sobre el pollo de la cocina a modo de barra libre. Mi marca favorita de whisky. Sabía que me iba a divertir. Al principio me dediqué a pasear por el apartamento, observando a las chicas que habían venido. Me pregunté qué expectativas tendría cada una y si alguna tendría las hormonas en el cielo. Estaba Cristina y me sentí eufórico. En una fiesta, como en cualquier escenario, hay roles que debemos cumplir escrupulosamente, salvo que a alguno le dé por beber tanto que mande el guión a hacer puñetas. Siempre hay una chica que necesita ser el centro de atención y baila con cualquiera. Esa chica suele vestir de rojo. Todos acabamos deseando su generoso escote pero nadie termina en su cama, o en su coche. También está su antagonista, que es el chico aburrido que se aparta del centro y se apoya en las paredes para camuflarse. Más de una vez me ha tocado ese rol y he de decir que lo bordo. Está el que llega borracho a la fiesta y el que sólo bebe agua. Están las guapas y las feas, que están encasilladas. Las guapas son cortantes, no permiten que les digas nada. Parece que tienen cuchillos en vez de brazos. Ayer me tocó ser el jefe de filas y no me lo esperaba. Si hablaba con alguien, al rato varios nos rodeaban formando un círculo y se adherían a la conversación. Estuve tan ocupado que pasaba mucho rato entre que me servía una copa y otra, así que no terminé de emborracharme. Quise acercarme a Cristina varias veces pero no encontré el momento adecuado. Había un chico en la cocina fumando y haciéndose el misterioso, como si le diese igual estar allí, en un zoológico o durmiendo. Las botellas se fueron vaciando y la cola para ir al baño cada vez era más larga. Cuando volví al salón, habían formado una conga y no me quise unir. Tuve esos minutos donde te pones a pensar qué estás haciendo con tu vida y me puse algo triste. Pensé en volverme a casa, que es lo que hago normalmente. Sin embargo, busqué a Cristina con la mirada. Estaba rodeada de amigas, tan coquetas como ella. Si un día me dirige la palabra, me evaporo. El maquillaje de varias de ellas ya no era tan perfecto como al principio y supe que sería imposible acercarme a ella sin que se diesen cuenta las demás. Y que tampoco miraría en mi dirección porque me tapaba una gorda con hombros de nadadora holandesa. Me dediqué a observar la conga con curiosidad antropológica mientras me decía que debería quitármela de la cabeza, y que no era para tanto. Eché un vistazo por última vez a lo poco que se adivinaba de Cristina entre el círculo de chicas y me fijé en sus brazos. Eran afilados.

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One Response to 20 times I wish you’d understand

Rafus dijo...

Bravo! Me ha gustado bastante.

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