Dolce far niente

Antonia sale del dormitorio con ojeras de mapache. Son las once y cuarto del primer día de septiembre. Cruza el pasillo hasta el cuarto de baño y escucha a la perra aullar desde el otro lado de la casa. Se ducha con agua caliente y se queda un largo rato, hasta que se le arrugan los dedos. Anoche estuvo hasta las cinco de la mañana pegada a la pantalla del ordenador, leyendo relatos cortos de personajes perfectos. Nadie escribe para chicas como Antonia. Regresa al dormitorio envuelta en una toalla extra grande, arrastrando los pies y dejando huellas de agua en el parqué. Toda su ropa está tirada, formando montañas. Se viste con un chándal viejo y quita las sábanas sucias. Desayuna un yogur griego, carga la lavadora y saca a la perra antes de que orine en el pasillo y lo deje todo perdido. En el parque se encuentra con su hermano mayor y su novia, una petarda de tetas operadas y que además se resiste a vestir acorde a sus treinta y pocos años. El hermano le pregunta si ya ha encontrado trabajo y le recuerda una vez más los meses que lleva parada. Antonia mira al suelo de tierra, no dice nada. Está cansada de decirle a todos que no sabe qué hacer con su vida. Se siente inútil. La petarda añade que tiene que cuidarse más y que no puede salir a la calle con esa cara de muerta. Se despiden y en la cabeza de Antonia se produce un estallido, un sonido fuerte que no va acompañado de dolor. Síndrome de la cabeza explosiva, le había diagnosticado el neurólogo. No hay de qué preocuparse. Durante el camino de vuelta, el interior de su cabeza se convierte en el escenario de una coreografía de petardos y bombazos. Bum, bum, bum. Aparte, tiene dolor de ovarios y la dichosa regla no termina de bajar. La perra le ladra y ella responde con una mueca de asco. Ya en casa, se tumba en el sofá y cierra los ojos. Hoy tendría que sellar la maldita tarjeta del paro. Tiene ganas de gritar pero no lo hace. Se produce la traca y el silencio. Antonia abre los ojos y mira fijamente el techo un largo rato, hasta que se deshace y puede ver el cielo.

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