Just like yesterday / I told you I would stay

No hay nada que fotografiar en esta ciudad de mierda. Llama a los cachorros de Reuters, de Associated Press, y diles que no pierdan el tiempo. Habrá que ir más al oeste, supongo. Mientras tanto, tengo tres carretes que gastar en estos suburbios reconstruidos, que ya no interesan a los pocos corresponsales de guerra que aún seguimos aquí. Cada día es más difícil encontrar niños desmembrados y edificios agujereados como un queso gruyer. La rutina de los últimos meses. Ayer tomé unas cervezas con un compañero recién llegado, de esos dispuestos a grabar también en vídeo y sonido. Cada vez los mandan más jóvenes. Estábamos en la piscina del hotel que hizo de hospital durante la guerra y le di el discurso de qué fotografiar y dónde parar. Parecía encantado de estar aquí y pensé que estaba más loco que yo. Hablo demasiado cuando bebo, que suele ser a menudo. En la piscina buceaba una joven de hombros huesudos y cara chupada. Llevaba un bikini de flores naranjas y rojas. Tenía la piel de pollo. Le hice una foto saliendo del agua, un encuadre arriesgado. Parecía lo único bonito que se podría inmortalizar en esta ciudad de mierda. Al buscar otro objetivo en la bolsa, descubrí que mi compañero llevaba un brazalete con una luz roja intermitente que indicaba su posición vía satélite. Como los delincuentes que están en libertad provisional. Le pregunté entre risas si le hacían un seguimiento como a las orcas en peligro de extinción. No obtuve respuesta. Terminamos las cervezas entre silencios incómodos. Hoy me he levantado tarde, con una resaca de caballo y he arrastrado mi cámara por los peores barrios que Dios creó. Sigo buscando sin fortuna una foto de premio. Cuando gaste los carretes, me largo al oeste con el resto de las agencias. Lo prometo.

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