Marta abre los ojos con dificultad. Suena el despertador de otra habitación y masculla un insulto antes de hundir la cabeza bajo la almohada. Se siente como si estuviese todavía en la fiesta. Su cuarto parece arrasado por una explosión nuclear, incluso las toallas huelen a humo. Es la última vez que mezclo cerveza y aguardiente, se promete a sí misma. Desde la cama observa un vaso de litro casi vacío sobre el ejemplar de las Siete Partidas y piensa en el ataque al corazón que sufriría el catedrático de Historia si lo viese. Marta se estira bajo el nórdico, lleva una camiseta XL del equipo de rugby de su hermano y unas bragas espantosas que usa para dormir. Tiene vagos recuerdos del botellón en la habitación: una conversación con un italiano de Erasmus que movía mucho los brazos al hablar, el enfado de Isa… Más tarde, cuando baje al comedor escondiendo los ojos tras unas gafas de aviador, hablará con las chicas para unir los diferentes arcos argumentales de cada una y completando de esta manera la película de la fiesta. Por un momento piensa en su hermano, en sus padres, en Tenerife y en el día que cogió un avión para irse a estudiar lejos. Está enamorada de Madrid, lo peor que lleva es el frío. Termina por levantarse de la cama y coge un ibuprofeno del botiquín. Levanta un poco la persiana y sorprende a un cernícalo que está picoteando la manzana que dejó ayer en el alféizar. Se sienta en la taza del váter y orina mientras piensa en el italiano, que finalmente no consiguió nada. Las chicas bromean llamándola asexual y estrellita de mar. Y esto le molesta, pero prefiere callar. Quizá tengan razón. Por el momento lo único que desea es que el ibuprofeno haga efecto pronto y que un mago disfrazado de chica de la limpieza se ocupe de eliminar los charcos de alcohol y las huellas negras de zapatos. La primavera se resiste en llegar, en Tenerife no había experimentado el paso de las estaciones y ahora sólo pide que se termine la temporada de frío. Al fin y al cabo, la primavera gusta tanto porque antes está el invierno. Marta baja de nuevo la persiana y contempla su reflejo en el espejo del baño. Tiene el pelo revuelto, las ojeras le llegan hasta los pies. Introduce la mano izquierda por el interior de las bragas y contempla su imagen desafiante.
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I’ll fall for you soon enough.
I resolve to love.
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