Mayo del 68

El caso es que, incluso durante las vacaciones, acabo sintiendo irremediablemente la maldita rutina. No sé muy bien por qué sucede esto. Quizá lleve demasiados días aquí, o perdí el factor sorpresa... Lo cierto es que conozco mejor Barcelona que Madrid, o lo que es igual, sé más de Ana que de mí mismo. Llevo años recorriendo sus calles, me siento seguro cuando paseo solo de noche. Y en cierta forma no me veo haciendo otra cosa, no me veo disfrazado de abogado, no me veo de mayor. Mi rutina barcelonesa es diferente a la madrileña, aunque sigue siendo rutina al fin y al cabo. Vamos, que esto es lo de siempre y ya estoy cansado de escribir una y otra vez sobre lo mismo. Los grandes éxitos de ayer y de hoy. Esta mañana nos hemos vuelto a levantar a las tantas y dimos un paseo en bicicleta por el Eixample izquierdo mientras el resto del mundo hacía que trabajaba. Bajamos hasta el Bar Estudiantil con la intención de tomarnos unas claras frente a la Universidad (aquí bebo claras, una característica más de mi yo barcelonés), pero nos topamos con la carga policial contra los estudiantes antibolonia. Unos usaban sus porras para acariciar los riñones de las nuevas generaciones y los otros empleaban las sillas de la terraza del bar como arma arrojadiza. Una imagen diferente para un miércoles por la mañana, la verdad. Definitivamente todo vuelve, hasta la policía a las universidades. A ver si va a ser verdad que el tiempo es cíclico como la economía. Buscamos refugio en la cafetería del otro extremo de la plaza y tomamos unos capuccinos carísimos. Era extraño estar sentado en un sofá de diseño, escuchando jazz mientras veíamos cómo cargaban las Fuerzas de la Autoridad. Los estudiantes corrían gritando de un lado a otro. Pensé que como buen universitario debía defender un futuro mejor y convertirme así en el personaje de una futura canción de Ismael Serrano. Sin embargo, decidí que dejaba la revolución para otros. Nunca se me dio bien correr, ya sea delante de la policía o detrás de alguna mujer. Y Ana ya tiene demasiados pájaros en la cabeza como para que se me convierta en una idealista. Después volvimos a casa y follamos hasta la hora del telediario. Y así todos los días.

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