Hoy he alineado trabas rosas en el alféizar de mi ventana mientras el resto de la ciudad se lanzaba bolas de nieve. Ayer controlaba el ritmo al que se movían nuestros pies al caminar, convenciéndome de que si subíamos el primer peldaño con el mismo pie decidirías quedarte. Quise creer que no ocurrió así porque tú eres diestra y yo no. Tú das zancadas al caminar y yo no. Tú tenías un billete de tren en el bolsillo y yo no. De manera que, simulando ser Jack Nicholson en alguna escena de Mejor Imposible, he vuelto a milimetrar la distancia entre los bolígrafos que apoyo en la mesa de estudio. A regresar al balcón para mirar esa nube con forma de langosta por segunda vez. No he querido verla una tercera porque odio los números impares y en especial el seis, que aún siendo par tiene una diabólica mitad llamada tres. Y es que ahora sólo quiero que caiga una gota de agua de entre los poros de la pintura del techo justo en el corte de mi dedo y que sea una puta señal.
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I’ll fall for you soon enough.
I resolve to love.
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