Los astrónomos denominan zona de habitabilidad a la región circunstelar donde puede existir agua líquida y por tanto vida. Huelga señalar que de los planetas que recitábamos de memoria en la escuela, sólo la Tierra se encuentra dentro de estos parámetros. Por tanto, vivir en Marte no es sino una opción meramente cinematográfica. Los astrónomos miran al espacio buscando nuestra futura casa. Sus cálculos son absurdos, hablan en distancias de millones de años luz como quien habla de número de paradas de Metro, o de centímetros que crecerá el pelo de una muchacha a lo largo de doce meses. Las buenas gentes de a pie no entienden nada, y sin embargo confían en sus improvisados mesías de bata blanca. La Tierra no parece que vaya a durar muchos inviernos más. De pronto, un día se halla la solución al problema. Los astrónomos no han encontrado esta vez una remota galaxia o un planeta que podría tener condiciones similares en otro sistema solar. No hay que irse muy lejos. Basta con afinar los instrumentos de medición y ahí está: un planeta gemelo y virgen en la oscuridad del espacio, a dos manzanas de la Luna. Los científicos se congratulan. La astronomía se vuelve razonable. La Humanidad está salvada.
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I’ll fall for you soon enough.
I resolve to love.
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