Traición

Esta mañana desayunaba chocolate con churros en una granja de Petritxol cuando empezó a sonar una canción de Carlos Berlanga en la radio. Giré la cabeza intentando recordar el título y vi que alguien me saludaba desde la barra. Era Gabriel. Se sentó frente a mí y dijo cuánto tiempo sin vernos y pensé que sí, desde la fiesta de graduación en la Escuela de Negocios. Y sigues llevando el mismo peinado ridículo. Vestía traje y corbata, y me fijé en su afeitado mientras me ponía al tanto de su vida. Acababa de incorporarse a un bufete de nombre, uno de los que siempre quisimos entrar, y por un segundo imaginé las vistas desde su despacho en Diagonal con el mundo bajo sus zapatos de piel. Di el último sorbo al macchiato y le pregunté si recordaba el título de la canción. Negó con la cabeza y me sonrió, esperando que yo le hablase sobre mi vida. Suspiré durante unos segundos. Le conté que estaba sin trabajo, que me había tomado un tiempo para mí. Después me inventé todo lo demás y ya me conoces, si empiezo a mentir nadie puede detenerme. Cinco minutos más y le confieso que extermino gorilas del Congo los fines de semana, o yo que sé. Me dio recuerdos para Alicia, y que una noche deberíamos tomar una copa por los viejos tiempos. Canté mi parte favorita:“Yo (pausa) / que sólo fui para ti (pausa) / Paracetamol”. Joder, no recordaba el título de la maldita canción. Alicia se fue, se la está chupando a otro en estos momentos. Me dio su tarjeta de visita y un apretón de manos que me pareció un pésame más que una despedida. Como si se me hubiese muerto un familiar, como si yo ya estuviese muerto. Quise partirle la cara pero dejé que volviese a la barra sano y salvo.

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