Just like Warren Zevon

Los médicos dijeron que la enfermedad no cambiaría el comportamiento de papá y se equivocaron. Mucho. El hombre que está respirando con fuerza vencido en el sofá tiene poco que ver con mi padre. Nuestra casa parece el escenario del día después de una fiesta universitaria y hay botellas vacías de cerveza y ron por todas partes. Los primeros meses pensé que quería desahogarse y disfrutar de cada sándwich como Warren Zevon, pero creo que ya no hay vuelta atrás. Suele traer gente extraña y se pasan la noche bebiendo con la música alta hasta que el vecino aporrea la pared. Algunas noches llama a una puta y me manda a dormir pronto. Les oigo aunque apriete la almohada contra las orejas.
Esta mañana he encontrado un vibrador con forma de gusano en el lavabo, todavía tenía restos orgánicos. Ahora está hablando por teléfono con mamá, tiene resaca y dice lo siento, lo siento. Mamá no aguantó y quiso que me fuese con ella, y lo pasé mal, y fue muy injusto. Y no puedo dejarlo solo. Simplemente no puedo. Echo de menos aquel superhéroe que me cogía en brazos y me hacía tocar el techo con la yema de los dedos. Y a mamá. Juntos de nuevo.
Mientras papá habla con ella, recojo las botellas que voy encontrando y las meto en bolsas de papel. Cuelga el teléfono y enciende el reproductor de música a todo volumen. En el patio interior la vecina del tercero toca las cuerdas del tendedero mientras recoge la colada, un limpio pizzicato que sincroniza con el disco de jazz que papá escucha una y otra vez.

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