La singularidad

Ya no queda nadie en casa. Son entre las seis y las siete de la tarde del último domingo de abril. Sobre la mesa de la cocina, hay una porción de tarta de zanahoria a medio comer. En el balcón, se está secando la colada de sábanas. La televisión está encendida con el volumen alto. Un presentador demacrado con fuerte acento escocés informa que la Alianza no ha podido detener el avance. Seguidamente, da paso a una infografía que detalla el escenario inmediato, usando colores para describir el rango de destrucción. Hay juguetes de bebé desperdigados por el suelo del salón y la puerta de la casa está abierta. El depósito de comida del hámster está lleno. En la calle se suceden bocinas y gritos en diferentes lenguas. Nadie se explica qué ha pasado, dijeron que la Alianza evitaría el desastre como siempre han hecho. No hay ruedas de prensa ni planes de evacuación. La temperatura sigue subiendo y el cielo tiene un siniestro color naranja. De golpe, el fin del mundo abandona el patrimonio de Hollywood y regresa a nuestras manos por unas horas.

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