Lo podrido de aquí y de Dinamarca

Las comparaciones son odiosas, pero a veces se hace imposible evitarlas. Y no son malas, el problema es cuando tú eres una de las partes a confrontar y sales perdiendo. No sé, mira, tampoco es para ponerse así. Además, no hay nada más estúpido que buscar un sentido a cada acción, una respuesta a cada porqué. Pero en fin, ya está hecho, no hay nada más que hacer aquí. Deberías saber que en toda historia siempre hay una tercera persona, y que hasta la mujer más fea del mundo tiene un exnovio. Y sí, él siempre será mejor que tú en todo. Él llegó primero, ella se enamoró de él con una intensidad que tú no podrás alcanzar ni en cien vidas, él la tiene más grande. Y es así, siempre ha sido así. Llevas toda la vida viendo cómo ellas hablaban más de su anterior relación que de vosotros, preguntándote si hablarán tan bien de ti cuando ya no estéis juntos. Pero no te valía tenerla, querías ser el primero de todas sus listas y eso pudo contigo. Mira que te lo intenté explicar, que olvidases cualquier comparación. Y tú fuiste tan estúpido... ¿Qué esperabas? ¿Que lo borrase de su vida de un plumazo? Un cambio de registro, un lavado de cerebro. O quizá que desapareciese para no volver. Que no sentiría un escalofrío cuando viese una foto suya. ¿Creíste que no volverían a cruzarse, que no volverían a llamarse? Se llama dependencia emocional, un concepto que tú jamás has conseguido que ninguna chica experimentase. Y por cierto: las manchas de sangre, como las de tinta de bolígrafo, desaparecen con leche caliente.

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