Johnny cogió su fusil

Soy el mejor actor del Hemisferio Norte. Poseo tal variedad de registros que no sé cuándo soy yo y cuándo dejo de serlo. En realidad, la mayoría del tiempo me siento como una ONG unipersonal cuyo principal objetivo es conseguir la felicidad de otros, aunque sea por un rato. Uso diferentes máscaras para simular empatía hacia personas que jamás me importarán. Soy el amigo que siempre está, el hijo responsable, la sonrisa de anuncio, el que nunca te dirá que no. Soy un lobo con mil pieles de corderos muertos. La Gran Muralla China. Salvando vidas ajenas conseguiré mi redención. El domingo, por ejemplo, la chica con la que me acuesto de vez en cuando me llamó en mitad de un ataque de nervios. La tranquilicé diciendo que fuese al hotel de siempre, que allí nos veríamos. Pagué yo, y por supuesto que no me apetecía quedar con ella, pero qué puedo hacer. Tampoco ella me quiere del todo dentro de nuestra ecuación de canje. Lo hicimos varias veces en silencio hasta que dormimos. Ese soy yo. Ofrezco segundos de felicidad tan sinceros como la publicidad de la Coca-Cola. Quizá me preocuparía primero por mis sentimientos si tuviese. ¿Crees que puedes llegar a saber qué hay debajo de los fuegos de artificio? Ya te respondo yo: absolutamente nada. Vuelvo a esconder mis remordimientos bajo una máscara más gruesa. Y vuelvo a quedar con otra chica perdida, a besar unos labios que no me desean más allá de esa noche, a regresar a casa solo en el último asiento del autobús nocturno, a quemarme lentamente.

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