La pequeña Cristina Salazar entró en el salón y no pudo hacer otra cosa que gritar. Vestía el traje de los boy scouts, con mangas largas y el tradicional pañuelo en el cuello. Cristina señaló a la pecera sin dejar de gritar, aunque no había nadie más en el salón para ver qué señalaba. En el interior de la pecera, la Barbie enfermera yacía ahogada en el fondo. Sus labios de plástico seguían rojos, y un pez cometa le daba besos de agua creyendo que aquella rubia de pechos firmes estaba todavía viva. Su uniforme de enfermera se le había subido estando boca abajo, dejando ver parte de sus caderas anchas de los años cincuenta. Cristina corrió por el pasillo detrás de Enrique, el hermano homicida, que se encerró en su cuarto. Golpeó la puerta hasta hacerse daño. Una hora más tarde, se celebró el funeral discreto en la cocina. Las Bratz vestían de negro luto y nadie consiguió localizar a Ken. La madre de Cristina y Enrique rezó un padrenuestro y enterró a Barbie en la papelera de basura orgánica.
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I’ll fall for you soon enough.
I resolve to love.
2 Responses to Dulces sueños, Barbie
Jajaja, buenísimo...
entonces, esa carita tras la muerte por asfixia de barbie seria la misma que al darnos cuenta de que el pelo no le volvia a crecer, todavia con las tijeras en la mano, el arma del delito.
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