Postales desde Mercurio

Entro en el baño y abro la llave de la ducha. El reflejo del espejo me recuerda que quizá no quepa en el traje de kevlar y me entra la angustia. Ya oigo a Odette haciendo la cama mientras silba aquella canción de un hotel de Nueva York. Dios, nunca recuerdo el nombre. Me visto en el cuarto intentando evitar su mirada. Creo que va a llorar de un momento a otro. Tropezamos al salir de la habitación y mientras preparo café, ella se queda en el sofá viendo el plano fijo del transbordador espacial en Cabo Cañaveral. La nevera está casi vacía y apunto leche semidesnatada en la pizarrita. Odette está fumando, parece nerviosa por la cuenta atrás. Me encantaría decirle que no tiene la culpa de nada y no tengo fuerzas. Sería más fácil si ya estuviese lejos de aquí. Te escribiré una postal desde Mercurio.

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