Hiatus

No hay nada más sencillo que crear expectativa. Me refiero al tiempo y a la bendita erosión. Es tan fácil. A uno le basta con cruzarse de brazos y voilá. Te echarán de menos. Y no valdrá confesar "nunca me fui, sigo siendo el mismo", porque ellos saben la verdad. El mayor placer de este mundo es que alguien te cuestione: ¿Por qué has tardado tanto tiempo en volver?. No sé, adoro las preguntas que no necesitan respuesta. Aparte, es importante justificar este vacío temporal con autolesiones corporales, cambios de peinado, informes clínicos y fotografías de la primavera que pasaste en un kibutz. No vaya a ser que sospechen que no has hecho nada en absoluto. Si vuelves es para ser mejor que antes. Y qué más da si te fuiste porque ya estabas harto de ti, en general. Yo también pasé por todo esto, te lo aseguro. Has esperado a tus lectores al final de la barra como quien busca a su amante nocturno. Escribiendo en una libreta, releyendo las novelas de Vian que te impactaron en la adolescencia, descubriendo el insondable placer de no publicar. Todo ese silencio es un gran oso pardo que corre el peligro de no despertar tras el invierno, o aún peor, que a nadie le importe que te hayas ido. Ambos sabemos que no es tu caso. Procura no desistir, espera el momento adecuado. Volverán a aplaudirte. Cuidado con los ripios, los giros bruscos pero sin perder la irreverencia, la dificultad de no olvidar la risa. Un último apunte: tienen razón, no has cambiado. Ellos tampoco. Hasta entonces, silencio. Y muérete de gusto.

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