E onde a sorte há de te levar

Tengo dos sueños recurrentes que se suceden el uno al otro todas las noches. En el primero estoy en la cocina, delante de la pata de jamón ibérico. Suda grasa y las gotas caen sobre el poyo hasta crear un charco. Miro mi mano derecha y está llena de sangre. El cuchillo está en la otra mano. Huele a jamón recién cortado. En el segundo sueño me acuesto con una chica que estaba en mi instituto. La última vez que nos vimos fue en la graduación, ella me deseó suerte en Madrid y yo le hablé al escote. En aquella época me gustaba su amiga, otra chica de clase que se llamaba Natalia. Tenía un piercing en el labio inferior y lo mordisqueaba de forma compulsiva. También hacía otras cosas menos morbosas como escupir entre calada y calada de cigarrillo light, pero no me importaba demasiado. El caso es que jamás había fantaseado con su amiga hasta ahora, que se aparece en mis noches una y otra vez. Me pregunto qué será de ella. Y si existe interpretación válida para mis sueños. En realidad suelo recordarlos si no me pasa nada de interés cuando estoy despierto. Así que algo tendrá que ver esta aburrida etapa de exámenes, leyendo apuntes mientras en el exterior llueve. Es increíble que recuerde hasta la marca de cigarrillos de Natalia, me pregunto si seguirá fumando lo mismo. Sin embargo, no me viene a la cabeza el nombre de la chica con la que sueño constantemente. Los caprichos de la memoria. Ya es madrugada y pronto me encontraré con ella y con la pata de jamón ibérico. Por ahora suena “The next time around” de Little Joy en la radio y me enamoro de la estrofa en portugués. Qué buenas sensaciones produce una canción así, qué ganas de estar alrededor de una hoguera en una de esas noches interminables de verano en las Teresitas. Volvía a casa con arena en los bolsillos y olor a porro en la ropa. Esos días no retenía lo que soñaba después. Y me encantaba. Lo que daría por volver en el tiempo y quedarme atrapado en esa época. Mañana será una fotocopia por las dos caras del día de hoy. Finalmente, recuerdo su nombre. Te encontré, chica de mis sueños. Enciendo el ordenador, lo escribo en Google y no aparece nada. Huele a jamón recién cortado.

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